jueves, 13 de noviembre de 2014

La soledad y la neurosis: Chris Ware

La tristeza es la más común de las moléculas de la realidad emocional, que solo se compone de fugaces elementos de felicidad y alegría. Imagina lo horrible que sería la vida si los seres humanos fuésemos delirantemente felices todo el tiempo.
Chris Ware


Les adelanto que este va a ser un post largo (como para el fin de semana).

Les adelanto, también, que Chris Ware (Estados Unidos, 1967) no es un artista común, ni siquiera una persona común. 
Tiene una biografía tan larga en la web, y tanta información relacionada, que es difícil seleccionar. 

Se lo conoce principalmente por ser el autor de la novela gráfica Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on the Earth (Jimmy Corrigan, el chico más listo de la tierra), y también por haberse ganado 9 premios Eisner y 9 Harvey.

Se lo ha llamado el Ulises de la novela gráfica, aunque difícilmente su trabajo se puede encasillar en esta definición. 
Su premiada obra Fabricar Historias (Reservoir Books) es una enorme caja en que la narración ha sido desmigajada en fragmentos: dentro de ella hay folletos, libritos, librotes, afiches, recortables, revistas y hasta un periódico! Un verdadero artefacto artístico, lleno de historias de personajes anodinos, de clase trabajadora, que puede ser leído aleatoriamente, como el Decálogo del director de cine polaco Krzysztof Kieslowski.

Los relatos de Ware son fascinantes y obsesivos, como el propio autor.
No tiene televisión en casa y casi no sale, para no distraerse. 
Sólo vive para su trabajo. Se ha dicho que "está atormentado por muchas cosas, y tan ferozmente obsesionado con sus propios sentimientos y con el espacio íntimo de su trabajo, que te rompe el corazón".

En sus historias no hay héroes, ni obscenidad ni complacencia; hay vidas desdichadas, amargas y frustradas. 

No hay proezas, ni grandes acciones. De hecho, nada de lo que pasa es importante, pero todo es concluyente, porque suma.

Su estilo, inspirado principalmente en los dibujantes de cómics norteamericanos de principios del siglo XX (Winsor McCay, George Herriman y Frank King, entre otros), puede parecer a primera vez exquisito, pero frío. 

Sin embargo Ware, al igual que sus predecesores, no entiende el cómic como ilustración, ni como literatura, ni como una simple yuxtaposición de ambas, si no como un todo distinto de lo anterior. 
Renueva la plancha, huyendo de la tradicional secuencia lineal, y utiliza un lenguaje icónico, de líneas rectas y colores planos, para que nada distraiga al lector, y la transmisión de sentimientos, la empatía, sea completa (como ya se imaginarán, es tremendamente perfeccionista y meticuloso, y nunca está completamente contento con el resultado de su trabajo).

En la actualidad, se lo considera uno de los principales renovadores de la novela gráfica y, por supuesto, su influencia puede notarse en muchísimos de sus seguidores.





















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